El domingo 7 de agosto, en la ciudad de Rosario, “vandalizaron” (tal es la expresión que utilizaron los medios de comunicación) el Barquito de Papel, la escultura de Avenida Francia y Avenida de la Costa, con la frase “Plomo y humo, el negocio de matar”. 

“Plomo” hace referencia a las balas de los narcos y sus soldaditos, y “humo” hace referencia a las quemas en los humedales entrerrianos. 

Hay que aclarar que es exactamente al revés: el negocio no es matar, matar es una consecuencia del negocio. Es entendible, no obstante, que la frase buscaba provocar, causar impacto. Y lo logró. 

No es la primera vez que “vandalizan” el Barquito de Papel, el lunes 5 de abril de 2021 fue rebautizado como “El Narquito” de Papel. 

Y no está mal, pues se sabe que los barcos son cargados con droga en los distintos puertos privados, de empresas cerealeras mayormente, desde Paraguay hasta Buenos Aires. Pasean la droga frente a nuestras narices en esa pasarela narco que es el Paraná, rumbo a Europa, donde se vende. 

Vemos así cómo la producción y exportación agropecuaria se da la mano con la producción y exportación de droga. Capitales legales e ilegales se dan la mano. Y en el medio, el Estado, garante de la propiedad privada agropecuaria y cómplice del narcotráfico. Garante de la legalidad y cómplice de la ilegalidad. 

En diciembre de 2020, por poner un ejemplo, un barco transportó 16 toneladas de cocaína desde Paraguay hasta Buenos Aires, y desde Buenos Aires hasta Alemania. (Sí ¡16 toneladas! ¡”Sixteen tons”, como la canción de Tennessee Ernie Ford!). ¿Puede semejante cantidad pasar por los puertos sin la participación del Estado? 

No es que el Estado sea “corrupto”, ni se trata de “corrupción” en los distintos partidos políticos de turno. Sino que la función del Estado es precisamente garantizar los intereses de la clase capitalista. Sea en forma legal o ilegal. Los políticos, los jueces, los legisladores, y el resto del staff estatal, los actores del Estado, en el sentido más teatral posible del término, son los soldaditos del capital. 

Soldaditos de lujo. Mientras, en Rosario crece exponencialmente el número de soldaditos entre los jóvenes marginados a medida que crece la miseria y la desocupación. En medio de una crisis económica brutal, no sólo en Argentina sino en el mundo, producto de la tendencia propia del capital a generar crisis cíclicas cada vez mayores, los jóvenes de las periferias, sin nadie que compre su fuerza de trabajo, no encuentran mejor salida laboral que trabajar para un narco, vender droga en búnkeres, en villas y fonavis y morir posiblemente antes de los 30. 

Mientras de este lado del Paraná la miseria crece como yuyo entre las calles y ser explotado se va convirtiendo progresivamente en un lujo, del otro lado del río los propietarios de terrenos queman sus campos para negocios agropecuarios y/o inmobiliarios, con el aval del Estado.

Pero varios de esos quemadores son de este lado del río, rosarinos. Entre los propietarios de los terrenos, de conocimiento público ya, figuran empresarios y empresarias de Entre Ríos, Victoria, Rosario, Santa Fe y Buenos Aires. Entre los más conocidos figura la familia Baggio, en particular Rufino Pablo Baggio, dueño de Jugos Baggio, pero también hay ganaderos y ganaderas, dueños y dueñas inmobiliarios, personas jurídicas, es decir, firmas de empresas, y funcionarios públicos como Ariel Stuker, intendente de la ciudad entrerriana La Criolla, que, por cierto, el 12 de agosto fue distinguido en el Congreso de la Nación por su “importante gestión municipal”. 

Una de las firmas dueñas de terrenos es Copra SA, empresa arrocera y ganadera, cuyo titular, José Antonio Aranda, tenía como proyecto en 2010 desviar el curso del arroyo Ayui Grande mediante una represa para inundar 8 mil hectáreas en Corrientes, aumentando así su producción de arroz para aprovechar el aumento de precios de los granos en el mercado mundial. 

No sería de extrañar que de aumentar nuevamente el precio de los granos llevase ese proyecto a la realidad. Así se podría dar el caso de que a pocos kilómetros de distancia entre Corrientes y Entre Ríos hubiera quemas e inundaciones. La magia del capital.

Ahora bien, ¿sirve el método del escrache? No está mal denunciarlos con nombre y apellido. Pero no hay que perder de vista que el problema no son ellos. Si ellos no estuvieran serían otros quienes explotarían esas tierras. Ellos pueden vender sus terrenos y así el escrache cambiaría de nombre, de cara. El problema, nuevamente, es la propiedad privada y su garante: el Estado. 

El miércoles 10 de agosto varias organizaciones ambientalistas y ciudadanas convocaron a una concentración en el Monumento a la Bandera, donde tanto el Barquito como la famosa inscripción se consolidaron como símbolos. Lo curioso es que mientras discurría la protesta, al otro lado del río las quemas continuaron, en una clara burla a todos los que estábamos allí presentes. La foto de los manifestantes con los incendios de fondo se viralizó posteriormente. La imagen es tremendamente significativa, es la postal de la impotencia. 

Sin desmerecer la legítima protesta no hay que dejar de señalar ciertas incongruencias llamativas: 

Primero. La situación general de crisis económica, con un ajuste indisimulado, recortes presupuestarios, desempleo/subempleo, aumento de precios, caída de salarios y precarización general de la vida, es brutal. Debería haber generado una protesta mucho antes de aparecer el humo. Sin embargo se permanece en la más resignada pasividad ante el empobrecimiento general. Las calles se van poblando lentamente de cartoneros, cirujas, limpiaparabrisas, vendedores de pañuelitos descartables, vendedores de torta asada, vendedores de medias, vendedores de limones (el comercio del menudeo, al que es arrojada la población sobrante, que no tiene a quién vender su fuerza de trabajo porque no hay quien se la compre) y el consecuente crecimiento de la delincuencia y los asesinatos. Sólo cuando el humo llegó a nuestras narices salimos a protestar. Pareciera que el humo es un motivo más valedero de protesta que el empobrecimiento de nuestras vidas. 

¿Es el humo el verdadero problema? Efectivamente, es un problema. Distintos informes arrojan resultados contundentes acerca de cómo la quema del Delta de Paraná contamina el aire y afecta nuestra salud. Según uno de ellos, Rosario presenta niveles de contaminación superiores a la provocada por el smog en ciudades como Santiago de Chile, Ciudad de México o Nueva Delhi. Las enfermedades respiratorias, la irritación ocular y todo tipo de malestares aumentan. Con ellos, la venta de antialérgicos, gotas para los ojos y productos farmacéuticos varios. (La rueda del capital siempre sigue girando.) Ahora bien: no se puede negar que de haber soplado el viento para otro lado, casi nadie hubiese salido a protestar. Los propietarios habrían quemado tranquilos y nadie se sentiría afectado. Pero el viento sopló para el lado de Rosario y las demostraciones de indignación se hicieron visibles. No importan las causas, no importa saber por qué se quema, lo que importa es no sentir humo. Evidentemente el humo nos está tapando el bosque. ¿Cuál es el bosque? Las causas. No los efectos. 

El problema de fondo no es el humo. Sólo es una consecuencia, el efecto de un problema mayor. Dedicarse sólo a luchar contra las consecuencias, a combatir los efectos, es convertirse en Sísifo empujando una piedra enorme hasta la cima de una montaña para luego verla precipitarse y comenzar de nuevo en una repetición tan inútil como infinita. Desde abril de 2008, todos los años se queman los humedales y todos los años se sale a reclamar inútilmente. Allí vamos, corriendo tras los efectos, nunca contra las causas. 

Desde las organizaciones ambientalistas se reclama: “Queremos una Ley de Humedales para no ir siempre atrás del fuego”. Pero dicho pedido se hace tras el fuego, tras el humo, tras los efectos. La propia ley sólo tiene la eficacia de emparchar efectos. Toda ley va siempre detrás de algún efecto, en una carrera destinada a la derrota antes de empezar. 

Si nunca vamos a la raíz del problema nos veremos atrapados como cobayos en círculos viciosos, en bucles infinitos, en el eterno retorno de lo idéntico. 

Es paradójico que se acuse: “¡Las quemas son ilegales!” y al mismo tiempo se reclame: “¡Queremos una Ley de Humedales!”. Bueno, salvo que haya esquizofrenia de por medio, no es muy difícil ver que si no se cumple con la ley vigente, por qué se cumpliría con una futura ley. 

Si además recordamos que se le está pidiendo la ley al Estado, garante y cómplice del “plomo” y del “humo”, la incoherencia no puede ser mayor.  

Es muy curioso, también, el cuidado de “no ir contra la ley”. Mientras el propio Estado, garante de las leyes, se caga en las leyes. Cuando los proletarios desobedecemos la ley somos delincuentes y/o terroristas, pero cuando la desobedecen los capitalistas el Estado los ampara. La violencia es naturalizada para unos, pero es inaceptable para otros. El problema es que no se reconoce la violencia primera como violencia, porque está socialmente naturalizada. La explotación, tanto de las personas como de los ecosistemas y de la Tierra toda, está legitimada. 

¿En qué consiste la Ley de Humedales? Básicamente implica “proteger el área”, designar un presupuesto estatal, con el cual se crearían organismos en los cuales se emplearía personal del propio gobierno, de la sociedad civil, investigadores académicos, etc. Se adquiriría maquinaria, vehículos (autobombas, aviones hidrantes, etc.), se daría mantenimiento a las máquinas y los vehículos, se les pagaría a los integrantes de los organismos creados, etc. Todo lo cual ya ocurre, con nula eficacia. El 20 de agosto el presidente Alberto Fernández, a pedido de los gobernadores de Santa Fe y Entre Ríos, movilizó a las Fuerzas Armadas hacia el Delta del Paraná, con todo el presupuesto que ello implica; presupuesto que, por cierto, en el sistema capitalista es plusvalía diferida, extraída a los trabajadores. Con las Fuerzas Armadas en el Delta seguimos viendo las columnas de humo avanzando sobre la ciudad. 

No obstante, mientras se exige la Ley de Humedales, se recuerda: “Las quemas son ilegales”. 

En efecto, las leyes vigentes desobedecidas por los propietarios y por el propio Estado son: 

La Ley 26.562 de Presupuestos Mínimos de Protección Ambiental para Control de Actividades de Quema, que prohíbe en todo el territorio nacional toda actividad de quema que no cuente con una autorización específica de la autoridad provincial.

La Ley 26.815 de Manejo de Fuego, que protege los ecosistemas de los incendios accidentales o intencionales y prohíbe la venta de terrenos incendiados para evitar emprendimientos inmobiliarios. 

Ley Provincial 9.868 de Manejo del Fuego en Entre Ríos, que prohíbe en todo el territorio provincial el uso de fuego para desmalezamiento de áreas rurales y/o forestales. 

Violación del Artículo 186 del Código Penal: “El que causare incendio, explosión o inundación, será reprimido: con reclusión o prisión de tres a diez años, el que causare incendio o destrucción (de distintos bienes)”. 

Violación del Artículo 194 del Código Penal, de entorpecimiento de medios de transporte. 

La Ley 24.051 de Residuos Peligrosos, que considera peligroso a “todo residuo que pueda causar daño, directa o indirectamente, a seres vivos o contaminar el suelo, el agua, la atmósfera o el ambiente en general”.

La Ley N° 23.919 y la Ley N° 25.335, que aprueban la declaración de Delta del Paraná como “Sitio Ramsar”, es decir, es un sitio protegido por el Convenio Ramsar, firmado internacionalmente en Ramsar, Irán, en 1971, por el cual se acuerda proteger a los distintos humedales del mundo. 

La Ley N° 25.675, Ley General del Ambiente, que contiene normas del derecho civil, derecho procesal y derecho administrativo sobre la responsabilidad por daños ambientales.

El PIECAS, Plan Integral Estratégico para la Conservación y Aprovechamiento Sostenible en el Delta del Paraná, creado en 2008 mediante un acuerdo jurisdiccional entre las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos. 

La Declaración de Brasilia sobre la Justicia Hídrica, que estableció los principios “in dubio pro aqua” e “in dubio pro natura”, que significa que en caso de duda las leyes deben interpretarse siempre a favor del agua o de la naturaleza. 

Declaración de Emergencia Ambiental y Zona Crítica de Protección al Delta del Río Paraná, iniciada por la Secretaría de Ambiente del Ministerio de Producción en el marco de la sequía y los incendios que se desarrollan allí.  

Y así podríamos seguir…

Tal es la batería de leyes, normas, convenios y declaraciones desobedecidas por los propietarios y por el Estado. 

Un abogado suficientemente ducho podría seguir encontrando delitos y contravenciones entre los vericuetos legales, si tiene la suficiente paciencia de seguir buscando. 

¿Cuántos títulos se necesitan para que dejen de quemar (o de inundar, o de deforestar, o de contaminar)? ¿Si le agregamos un título más, Ley de Humedales por ejemplo, será la vencida?

Esto sin mencionar que en medio de la crisis económica actual el Estado recorta los presupuestos en general, incluidos los relativos a la protección ambiental. 

Aun así es probable que con el tiempo se apruebe dicha ley. 

Seguramente saldrá primero una ley distorsionada, ambigua, que dé pie a distintas interpretaciones. Y cuando finalmente salga la bendita ley “consensuada” simplemente la incumplirán, como ahora incumplen las leyes vigentes. Esa es la eterna dinámica de la legalidad burguesa. Y nosotros seguimos empujando la piedra de Sísifo. ¿Acaso la jornada laboral de 8 horas no es ley en todo el mundo? Fueron ejecutados en la horca los Mártires de Chicago por esa lucha. Hoy trabajamos nueve, diez, doce y hasta dieciséis horas por día. ¿Seguiremos pensando que la ley es garantía de algo?

La causa de las quemas y de la depredación general de la flora y fauna del planeta no está en una hipotética naturaleza humana distinta del resto de la vida, sino en el modo de producción imperante, basado en la ganancia individual y en la propiedad privada, donde todo, la tierra, el aire, el agua, los animales, y hasta los propios humanos, somos transformados en mercancías. El capitalismo avanza sobre el mundo volviendo productivo todo a su paso. Nada puede quedar librado a sí mismo. Las montañas, los ríos, los humedales, los bosques… todo debe ser pasible de generar valor, todo debe ser pasible de transformarse en producto destinado al mercado. Nada se salva. Ni las piedras. Mucho menos el ser humano. La solución es terminar con este sistema que arrasa todo a su paso con el único fin de acumular capital.


Emancipación Rosario

2 comentarios sobre “Plomo y humo, el negocio del Capital

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