Angry Workers of the World
Traducción: Héctor Sconza
Corrección y edición: Rossoinero
Título original: Discussing the Covid-19 regime from a revolutionary working class perspective in seven steps
Publicado el 19/3/2020 en https://angryworkersworld.wordpress.com/2020/03/19/discussing-the-covid-19-regime-from-a-revolutionary-working-class-perspective-in-seven-steps/
Imagen: Superagente 86 y Jefe conversan protegidos por el «cono del silencio»


Corona tomó el control. A pesar del miedo y el pánico (o incluso la negación) que se ha establecido, una cosa es segura: las grietas del sistema emergen a la vista de todos. ¿Cómo puede responder la izquierda evitando la trampa de fortalecer al Estado y al mismo tiempo asegurando que el interés de la gente esté por encima de las ganancias? ¿Cómo pueden las actividades auto-organizadas, como los grupos comunitarios que están surgiendo para auxiliar a las personas vulnerables, ser facilitadas y, fundamentalmente, ser usadas como vehículos para que se cumplan nuestros reclamos? Está muy bien reiterar las demandas, como el ingreso básico universal, así como impulsar otras nuevas, como el pago de un salario completo por enfermedad desde el primer día, pero el problema siempre es: ¿cómo forzamos su puesta en práctica?

Podríamos simplemente reposar en el hecho de que la crisis implica necesariamente que las medidas extraordinarias serán implementadas desde arriba. Sólo podemos capitalizar esta pandemia y la inestabilidad del capitalismo global si tenemos un poder real en las bases, que se extiende desde la ayuda mutua hasta los propios lugares de trabajo. Arraigarse fuertemente y a largo plazo en nuestras comunidades, dentro y fuera de los muros del lugar de trabajo. Con este fin, Angryworkers ha escrito un libro sobre cómo podría ser esto, basado en nuestras experiencias de los últimos seis años en el oeste de Londres. ¡No hay atajos!

Presentamos ahora algunos pensamientos alrededor de las varias facetas que presenta esta crisis sanitaria (y económica). Hay tanto para discutir que todo puede volverse bastante sobrecogedor, de manera que pensamos que sería útil -con la ayuda de camaradas- establecer las siguientes categorizaciones como una posible estructura para el debate público en curso. Los diferentes aspectos son los siguientes:

1) El “debate científico”. Es importante entender si el virus es realmente nuevo, qué tan peligroso es, etc., para poder evaluar correctamente la situación y juzgar la reacción del Estado. Al mismo tiempo, “saber qué es el coronavirus” no es una precondición para discutir el curso de acción y su desarrollo. Tenemos que reconocer que la crisis actual revela la relación de poder en lo que a monopolio de la información se refiere: el Estado y la “clase científica” están desvinculados de la vida cotidiana de la clase obrera. Con la falta de testeos y las contingencias para las personas mayores, los trabajadores mal pagados y los trabajadores autónomos, esto resultará fatal. El debate sobre el carácter material del coronavirus es importante para profundizar la crítica, desde “el Estado no está haciendo lo suficiente” y “el sistema de salud está desfinanciado” hasta la comprensión de que el modo de producción capitalista (concentración urbana, pobreza, agricultura y ganadería industrial, etc.) es el caldo de cultivo para el virus.

2) La reacción del Estado. Aquí el debate deviene en un ir y venir oscilante entre una justificada desconfianza en las motivaciones del Estado (“el Estado utiliza la crisis para experimentar medidas represivas y de contrainsurgencia”) y la crítica de la inhabilidad del mismo Estado para hacer lo que debe (“las políticas de austeridad destruyeron la infraestructura sanitaria”). Podemos asumir que las medidas represivas y los bloqueos se imponen para cubrir y contrarrestar la falta de soporte y equipamiento médico, por ejemplo para realizar testeos masivos. Asimismo, las medidas estatales no deben dejar de considerarse en el contexto de las recientes “protestas populares”, desde los chalecos amarillos [en Francia] hasta las recientes “protestas callejeras” en Latinoamérica: todas las protestas antigubernamentales fueron prohibidas en Argelia; el ejército está en las calles de Francia; antes de que se produjeran muertes y de que se adoptaran otras medidas médicas, en Chile se decretó un estado de emergencia de tres meses. El actual régimen que impone el coronavirus no es una conspiración contra esas protestas, pero el Estado sabe que debe ser visto como “la recuperación del control en interés del público en general”. Tenemos que evitar hacer al Estado más fuerte de lo que es. Las medidas del Estado son contradictorias. La clase política se ve presionada, por un lado, a “tener que controlar a la población” (toques de queda, cierre de fronteras) para que se vea que hace algo al respecto; y, por otro lado, la necesidad de “mantener los negocios en marcha” (obligar a la gente a ir al trabajo, mantener las oficinas abiertas, rescatar empresas).

3) La crisis “económica” y la reestructuración de la geopolítica. Sólo podemos entender el dilema del Estado mencionado anteriormente si enfatizamos que el coronavirus no causó la crisis económica, que la recesión ya se perfilaba en el horizonte. El dilema en el que se encuentra el Estado se agrava por la posibilidad de un crash económico. En una semana, la Reserva Federal de los Estados Unidos ha arrojado al fuego la misma cantidad de dinero que en todo el período posterior al crash de 2008, con exiguos resultados. La diferencia es que ahora el Estado usará al coronavirus como una explicación para la crisis económica. La capacidad para hacer frente a los efectos económicos del coronavirus remodelará la jerarquía estatal a escala mundial. La prensa burguesa italiana elogia la capacidad de China para detener el virus, y China está obteniendo un importante capital político al llevar máscaras y otros equipos médicos a Italia. En vez de que esto se convierta en el “Chernobyl chino”, su estructura centralizada y estilo autoritario están siendo alabados como la gracia salvadora capaz de responder a la crisis, construyendo hospitales y rastreando los movimientos de la población. Correspondencia con camaradas chinos nos revelan que, en realidad, el Estado en China es bastante desorganizado y la coordinación entre el Estado central y los locales es débil. De manera similar, la Unión Europea fue totalmente incapaz de ofrecer ninguna visión o estrategia política coherente. El “giro en U” de Donald Trump también ha significado la pérdida de cualquier retazo de legitimidad que le quedaba. Es cierto que la crisis está afectando la demanda occidental de manufacturas chinas, ¿pero reaparecerán fortalecidos de esta crisis China u otros países?

4) Producción global y reestructuración del trabajo. El coronavirus ha mostrado el grado de interconexión de la producción global y cómo la gente se mueve alrededor del globo como parte del comercio cotidiano. Estas conexiones ya estaban bajo presión desde el inicio de la guerra comercial EE. UU. vs China y las subsiguientes políticas proteccionistas de Estado, pero la crisis del coronavirus muestra los límites de estas medidas nacionales. El Estado tiene que recalibrar su relación con las grandes corporaciones, por ejemplo: el Estado chino usó los vastos medios sociales y la reserva de datos de los grandes minoristas como Alibaba Group para expandir las medidas de vigilancia social. No podemos aferrarnos a las teorías catastrofistas de las antiguas izquierda comunista o de la Tercera Internacional, ni en sus dogmas pesimistas (“el fin de la clase obrera”) ni optimistas (“¡esta vez sí se derrumba! ¡Esta vez las masas perderán la confianza en él!”). Debemos, más bien, entender cómo el Capital se reestructura a sí mismo, a la clase obrera, a la sociedad y a la cultura para adaptarse a las necesidades de la acumulación y reproducción del sistema. Toda esta destrucción que estamos presenciando crea nuevos productos y oportunidades de mercado, como en el sector biotecnológico (que por ahora se encuentra extremadamente concentrado en Asia) o los repartos a domicilio que ya se están expandiendo. Es muy probable que el “trabajo en casa” (que en Italia está mucho menos desarrollado que en Reino Unido, por ejemplo) haya llegado para quedarse, ya que es más económico tener cierto sector trabajando desde casa (y las nuevas soluciones de software hacen posible un monitoreo efectivo del trabajo). El gobierno italiano hizo que las grandes fábricas se detuvieran por algunos días mientras reorganizaban la producción para cumplir con normas de seguridad (distancia en la línea de montaje, limpieza entre procesos de producción). También en Italia es probable que se vea una mayor introducción de máquinas de auto-pago en las líneas de cajas y que avance la industrialización en los bares y restaurantes a medida que las pequeñas empresas quiebren y el sector se racionalice como en Londres (cafés como Starbucks y Pret a Manger). Debemos anticiparnos a estas tendencias para guiar nuestra actividad política colectiva.

5) Reacciones de la clase trabajadora. Aquí podemos ver que las “reacciones individuales” tienden a agravar la situación (escenas de pánico, compras compulsivas, acaparamiento). En cambio, donde los trabajadores cuentan con una forma orgánica de colectividad, son capaces de atacar los mensajes contradictorios del gobierno (“andá a trabajar, pero aislate”). Junto con camaradas internacionales trataremos de documentar las diversas reacciones de la clase: protestas en las cárceles de Italia, Francia, Brasil, Líbano y en los centros de detención de España y Alemania; huelgas salvajes en la industria del automóvil, desde Mercedes e Iveco en España hasta la FIAT/Crysler de Italia y Canadá; cierre de Amazon luego de comprobarse casos de trabajadores infectados en Francia, Italia y Estados Unidos; huelgas de alquiler y ocupaciones de viviendas en varias ciudades de Estados Unidos. Más allá de la cuestión sobre “quién paga y arriesga sus vidas durante la crisis”, podemos ver una politización del trabajo en el debate público: ¿Qué tipo de trabajo es realmente esencial? ¿Cómo son las condiciones de los trabajadores de estos sectores (salud, mensajería, etc.)? El problema del “control de los trabajadores” reemerge de manera orgánica. Podemos ver formas embrionarias de “apoyo al vecindario” que son importantes, pero que también corren el riesgo de limitarse a encubrir la falta de voluntad o la incapacidad del Estado para organizar ese trabajo. Podemos ver cómo la mayoría de los sindicatos van a manejar la crisis: dentro del “interés nacional”, en contra de los trabajadores. En Minnesota el gobernador ha suspendido los derechos de negociación colectiva, con el acuerdo de los sindicatos. En Alemania la IG Metall no apoyó a los obreros despedidos de una subsidiaria de VW que se rehusaron a trabajar 5 horas extra sin remuneración. En Reino Unido el sindicato [Communication Workers Union] CWU postal union ofreció suspender las huelgas a causa de la crisis.

6) Reacción de la Izquierda. La principal reacción de la izquierda ha sido elevar distintas demandas, en parte relacionadas con medidas antivirales (a veces pidiendo que el Estado fuerce el distanciamiento social de manera más efectiva) y en parte sobre las condiciones generales de “la clase obrera” (paga a los enfermos, etc.). Tal como decíamos en la introducción, estas demandas se plantean sin propuestas de cómo ejercer presión para hacerlas cumplir (aparte de apelar a los sindicatos y al Partido Laborista, en el caso del Reino Unido). Los llamados a formar “solidaridad barrial” podrían ser más útiles, pero a menudo se hacen desde el exterior, sin tener raíces más profundas en los barrios de la clase trabajadora. El reciente resurgimiento de nociones “socialdemócratas” del estilo “nacionalización” como un “paso hacia el socialismo” enturbió el funcionamiento de muchos cerebros de “izquierda”: las actuales medidas estatales, por ejemplo la “nacionalización” de los hospitales privados en España, son aclamadas como la confirmación de lo que la izquierda ha exigido todo el tiempo. Izquierdistas como Paul Mason repiten la “retórica de guerra” del gobierno cuando exige construir “respiradores como Spitfires”[i]. El respaldo del Estado por la izquierda significa que la clase obrera está ahí fuera, por su cuenta, cuando el mismo Estado restringirá el derecho a la huelga, multará o arrestará a las personas que cuestionen los toques de queda impuestos o las prohibiciones de reunirse.

7) ¿Qué hacer? Algunos camaradas ya están documentando y haciendo circular información sobre las condiciones y reacciones de la clase trabajadora en sus localidades. Es un primer paso. Es importante que se haga la pregunta sobre el carácter de clase de esta crisis: quién la pagará (rescates para las empresas, migajas para los pobres) y cómo se sufre de diferente manera de acuerdo a la posición de clase, etc. Todo esto depende del equilibrio de fuerzas. Pero hay que ir más allá y en nuestra discusión politizar el trabajo: ¿qué trabajo es esencial y por qué las personas que trabajan en esos sectores están sobrecargadas? ¡Porque pocas personas llevan el peso de la sociedad sobre sus hombros! El hecho de que Amazon esté contratando 100.000 personas y que las empresas de reparto de comestibles estén en auge, sólo confirma que el sector menos remunerado de la sociedad debe “servir” al resto. Tenemos que preguntarnos cómo la crisis está minando la aceptación, por parte de los trabajadores, de la santa división entre trabajo intelectual y trabajo manual (los llamados expertos saben poco sobre lo que ocurre en el terreno; los trabajadores sobre el terreno carecen de información vital: una combinación fatal). La cuestión del poder de clase debe ligarse con la cuestión de la transformación material de cómo producimos nuestras vidas y relaciones.




Notas:

[i] El Spitfire fue un avión usado por la Royal Air Force británica durante la Segunda Guerra Mundial. La eficacia criminal en el uso de estos aviones fue demostrada el 13 de febrero de 1945, cuando toneladas de bombas y de material incendiario fueron arrojadas sobre la población obrera que habitaba la ciudad alemana de Dresde. [Nota de Rossoinero]

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