¿No hemos visto desde el comienzo de este siglo en América a los plantadores, a los esclavistas del sur y a todos sus partidarios de Estados Unidos del Norte titularse demócratas? El cesarismo moderno, con sus horrorosas consecuencias, suspendido como una terrible amenaza sobre todo lo que se llama humanidad en Europa, ¿no se dice igualmente demócrata? Y aun el imperialismo moscovita y san-petersburgués, el Estado sin etiquetas, ese ideal de todas las potencias militares y burocráticas centralizadas, ¿no aplastó últimamente a Polonia en nombre de la democracia? […] Todo Estado, bajo pena de perecer y de verse devorado por los Estados vecinos, debe tender a la omnipotencia, y una vez poderoso, debe conquistar. Quien dice conquista, dice pueblos conquistados, sometidos, reducidos a la esclavitud, bajo cualquier forma y cualquier denominación que sea. La esclavitud es, pues, una consecuencia necesaria de la existencia misma del Estado.

Mijaíl Bakunin, 1868, Federalismo, socialismo y antiteologismo


Días después de reconocer la soberanía e independencia de las repúblicas de Donetsk y Lugansk, la Federación de Rusia invadió Ucrania. Estamos en presencia de una disputa interburguesa donde la única víctima es la indefensa población civil. En efecto, las fuerzas armadas rusas están atacando a civiles que en su gran mayoría huyen de Ucrania mientras que otrxs mueren o están heridxs producto de balas y misiles que impactan en las viviendas.

«La guerra es la continuación de la política por otros medios» (Karl Philipp Gottlieb von Clausewitz)

Antes de la invasión, el Estado ruso “propuso a la OTAN la firma de un acuerdo de garantías de seguridad que prevenga la entrada de países de la antigua Unión Soviética. También insta a los aliados a desistir de toda actividad militar en su patio trasero, desde Europa Oriental hasta el Cáucaso y Asia Central. El acuerdo incluye demandas sin precedentes, como la retirada de tropas y armamento desplegados después de la firma en 1997 del acta que regula sus relaciones, lo que dejaría sin protección aliada a Polonia y a las tres repúblicas bálticas, que ingresaron en la Alianza en 2004” (Deutsche Welle, 23/12/2021). Enseguida, varios Estados se comprometieron a ayudar a Ucrania: la Unión Europea giró “unos 1.360 millones de dólares en ayuda financiera” y la OTAN aumentó “su presencia militar en la zona este de la alianza” (El Economista, 24/1/2022); Estados Unidos proveyó al Estado ucraniano “todoterrenos Humvee, drones, equipos de comunicaciones, apoyo para analizar imágenes por satélite, radares, aparatos de visión nocturna y rifles para francotiradores”, además de “283 toneladas de municiones” (Los Angeles Times, 29/1/2022). Pese a esta escalada militar materialmente irrefutable, el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, a mediados de febrero desestimaba la inminente invasión rusa, llamaba a la calma y agradecía a los servicios de inteligencia extranjeros por compartir información, “pero subrayó que el país eslavo tiene ‘su propia inteligencia’”; al mismo tiempo, Estados Unidos invitaba a sus ciudadanxs a abandonar la ex República soviética y advertía sobre una inminente agresión de Rusia (Euronews, 13/2/2022). Por su parte, Rusia alimentaba la imaginación del presidente ucraniano: tres días después de las declaraciones de Zelenski, el ministerio de defensa ruso anunció que “las unidades del distrito militar del sur finalizaron sus ejercicios tácticos en las bases de la península de Crimea, retornando a sus bases permanentes”; pese al parcial retiro de tropas, “Rusia puede aún invadir Ucrania sin previo aviso. Las capacidades están desplegadas y la presencia militar es importante, superior a 100.000 soldados” declaraba al mismo tiempo Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN (Deutsche Welle, 16/2/2022). “Sí, toda la historia nos lo dice: en tanto que los pequeños países no son virtuosos más que por debilidad, los Estados poderosos no se sostienen más que por el crimen” (Bakunin, 1868, Federalismo, socialismo y antiteologismo): la invasión rusa, finalmente, aconteció el 24 de febrero y en este preciso momento (27/2) la capital ucraniana, Kiev, está siendo asediada. Hasta aquí los hechos[i].

«Cuando suena la campana te sacan el banquito y te quedás solo» (Oscar Natalio “Ringo” Bonavena)

En un primer momento los distintos Estados no se posicionaron activamente en defensa de Ucrania… ¡y es lo que manifiesta el desengañado Estado ucraniano! En efecto, apenas iniciada la invasión rusa, el presidente de Ucrania expresó: “Estamos defendiendo solos a nuestra nación […]. ¿Quién está preparado para luchar con nosotros? No veo a nadie” (BBC, 25/2/2022). Y la casta política europea, en la voz de Frans Timmermans (vicepresidente ejecutivo de la Comisión Europea), enseguida le dio la razón; así, ante la inquietud de una periodista (“El presidente ucraniano Zelenski ha dicho que a su país lo han dejado solo. ¿Cuál es su mensaje para él?”), el burócrata respondió: “Si yo estuviera en su posición, me sentiría exactamente igual” (Euronews, 25/2/2022). No fue la opinión individual de un alto funcionario: un día antes, por medio de su secretario general, la OTAN aclaró que “no tiene tropas en Ucrania ni tiene planes de enviar tropas a Ucrania” (Télam, 24/2/2022).

Descartadas las “sanciones militares”, ¿sufrirá el capitalismo ruso “sanciones económicas”? Los intereses económicos en juego son vastos y bastos, el más importante de ellos es el suministro de gas a varios países del continente europeo. Así, el proceso de aprobación por parte del Estado alemán del gasoducto “Nord Stream 2” (construido bajo el mar Báltico y que pronto debería proveer gas ruso a Alemania, que a la vez alimentaría a otros países de Europa central y del este), fue “suspendido” por el gobierno alemán: “Podría decirse que pasó gato por liebre. Scholz hace de Nord Stream 2 la contribución alemana a las sanciones, y demuestra así que su país es un aliado fiel. Al mismo tiempo, mantiene a futuro todas las opciones abiertas. Incluso se pone en una posición de ventaja, en el sentido de que en lo sucesivo podrá decidir cómo seguirá el asunto” (Deustsche Welle, 22/2/2022). ¿Y qué tal si se aísla a Rusia del mapa financiero? No parece ser el camino escogido por las “democracias” occidentales. En efecto, en los medios se ventiló la posibilidad de suspender el “SWIFT”. El código SWIFT se emplea para identificar el banco de destino de una transferencia bancaria internacional. «“Una suspensión de Swift tendría repercusiones masivas (…) para las empresas alemanas en sus relaciones con Rusia, pero también para liquidar pagos de entrega de energía”, justificó este viernes 25 de febrero el portavoz del gobierno alemán, Steffen Hebestreit. Alemania y otros países europeos, como Hungría y Austria, temen en particular medidas de represalia, mientras que Rusia ha insinuado que podría cortar el suministro de hidrocarburos a Europa. “De acuerdo con el principio de reciprocidad, que es la base del derecho internacional, tomaremos severas medidas de represalia”, advirtió el Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia en un comunicado» (Marianne, 25/2/2022). No sólo los Estados europeos, tampoco Estados Unidos quiere aislar completamente a Rusia del sistema interbancario mundial: “‘por ahora’ no” dijo el presidente Joe Biden “a pesar de las reiteradas preguntas de los periodistas sobre ese tema” (El Cronista, 24/2/2022). Sin embargo, como parte de la escenografía montada ante la opinión pública ucraniana y mundial que reclama mayor “severidad” en las sanciones a Rusia, Estados Unidos, Canadá, Reino Unido y la Unión Europea acordaron bloquear el SWIFT de algunos bancos rusos e imponer “medidas restrictivas” al Banco Central ruso: “Esto garantizará que estos bancos quedan desconectados del sistema financiero internacional y alteran su capacidad para operar globalmente”, se dice en el comunicado difundido por la Casa Blanca (Deutsche Welle, 26/2/2022).

De esta manera las sanciones se reducen a… ¡las deportivas! Así, la Federación Internacional de Automovilismo (FIA) se sumó a la “política de sanciones y aislamiento a Rusia” al cancelar el Gran Premio de Sochi (Fórmula 1) que estaba programado para el 25 de septiembre (Télam, 25/2/2022), y la final de la Champions League que disputarán dos equipos europeos de fútbol no se hará en San Petersburgo sino en Saint-Denis (Francia) el 28 de mayo (Marca, 25/2/2022)[ii].

Sí, el Estado ucraniano está solo. Y como todo Estado no deja de controlar a la población… ¡por las buenas y por las malas! Por las buenas, recluta combatientes voluntarixs —civiles que son armadxs a cuenta y orden del Ministerio de Defensa— y a quienes no se alistan lxs insta a preparar cócteles molotov como parte de la resistencia civil al Estado ruso; además, las autoridades “hicieron un llamado a piratas informáticos para que ayudaran al país en la guerra cibernética de Rusia”. Por las malas, prohibió que los varones de entre 18 y 60 años salgan del país ya que en algún momento podrían ser obligados a defender la “patria” ucraniana; también instauró el toque de queda nocturno desde las 17 hasta las 8, y si en esa franja horaria alguien llegase a ser encontrado circulando por la calle será considerado “miembro de un grupo de sabotaje enemigo”; además, durante el resto del día la policía detiene a transeúntes y automovilistas en busca de armamento “ilegal”, es decir: no controlado por el Estado (BBC, 25/2/2022; Euronews, 26/2/2022).

«Concentración de capitales. Acumulación de los grandes capitales por destrucción de los pequeños. Atracción y disolución de los eslabones intermedios entre el capital y el trabajo.» (Karl Marx)

La invasión rusa de Ucrania se produce en medio de una aún irresuelta crisis de sobreproducción capitalista. ¿Cómo se supera una crisis de sobreproducción? Por medio de la destrucción de capital, de fuerzas productivas:

«En todos los casos debería verificarse una inactivación del antiguo capital, en su condición de capital, en tanto deba funcionar y valorizarse como capital. La lucha de la competencia decidiría qué parte resultaría especialmente afectada por esta inactivación. Mientras todo marcha bien, la competencia, tal como se revela en la nivelación de la tasa general de ganancia, actúa como una cofradía práctica de la clase capitalista, de modo que ésta se reparte comunitariamente, y en proporción a la magnitud de la participación de cada cual, el botín colectivo. Pero cuando ya no se trata de dividir ganancias sino de dividir pérdidas, cada cual trata de reducir en lo posible su participación en las mismas, y de endosársela a los demás. La pérdida es inevitable para la clase. Pero la cantidad que de ella ha de corresponderle a cada cual, en qué medida ha de participar en ella, se torna entonces en cuestión de poder y de astucia, y la competencia se convierte a partir de ahí en una lucha entre hermanos enemigos. […] la distribución de esa pérdida no se extiende en modo alguno de manera uniforme a los diferentes capitales particulares, sino que en una lucha competitiva se decide de qué manera se distribuyen las pérdidas, en forma sumamente desigual y diversa, según las ventajas particulares o las posiciones ya conquistadas, de modo que un capital resulta inactivado, otro aniquilado, un tercer capital sólo experimenta pérdidas relativas o sólo sufre una desvalorización transitoria, etcétera. Pero bajo cualquier circunstancia el equilibrio se establecería por inactivación e incluso por aniquilación de capital en mayor o menor medida. […] El estancamiento verificado en la producción habría preparado una ulterior ampliación de la misma, dentro de los límites capitalistas. Y de este modo se recorrería nuevamente el círculo vicioso. Una parte del capital desvalorizada por paralización funcional, recuperaría su antiguo valor. Por lo demás, se recorrería nuevamente el mismo círculo vicioso con condiciones de producción ampliadas, con un mercado expandido y con una fuerza productiva acrecentada.»  

Marx (manuscritos editados por Engels, publicados como Tomo III de El capital; negritas nuestras).

La llamada “pandemia de coronavirus” fue una buena oportunidad para inactivar y aniquilar capital. En efecto, cada Estado hizo mucho para matar capitales en competencia y acrecentar otros. Así, la industria farmacéutica y las empresas del ámbito de la informática y las telecomunicaciones fueron los “capitales particulares” que se beneficiaron con la llamada “crisis del coronavirus”, apenas un capítulo de la crisis de sobreproducción relativa de capitales desatada en 2008…

Rusia, potencia menor en el concierto mundial de superpotencias, intenta que su capital no termine desplazado del escenario mundial. Rusia tiene un poderío regional nada despreciable: los Estados de Bielorrusia y Kazajistán no dudaron en pedir ayuda a Putin cuando se sintieron seriamente amenazados. Así, en agosto de 2020, sitiado por las gigantescas movilizaciones populares, el gobierno de Bielorrusia pidió a Rusia que si fuera necesario enviase un contingente de fuerzas policiales (no hizo falta, el régimen bonapartista de Lukashenko se arregló solito). Quien tuvo que ser salvado de la furia popular fue el gobierno dictatorial de Kazajistán: en enero de 2022 las fuerzas armadas rusas reprimieron al pueblo kazajo. Como potencia regional, y dado que varias ex Repúblicas soviéticas europeas se pasaron con armas y bagajes al mundo “occidental” (Lituania, Letonia y Estonia integran la Unión Europea y la OTAN), Rusia quiere hacer valer su autoridad de jefe cosaco de la estepa asiática… y pretende que Occidente respete su autoridad regional. Caído el Pacto de Varsovia tras la disolución de la URSS, Rusia promovió una suerte de OTAN anémica: la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC). Esta alianza de asistencia militar mutua está integrada por Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán, Rusia y Tayikistán.

La invasión de Ucrania por parte de Rusia, ¿no recuerda la acción de las envejecidas potencias de Alemania e Italia que en las últimas décadas del siglo XIX y primeras del XX se lanzaron a conquistar África? Quien inicia una guerra militar, generalmente la pierde. Sabemos cómo le fue a Alemania en la segunda guerra mundial. Es, de hecho, quien está en el bando débil el que inicia la beligerancia. ¿No es la situación de Estados Unidos, que en las últimas décadas perdió todas las guerras que inició? China no necesita (por ahora) involucrarse en una guerra militar, de ahí su abstención ante la moción “cese inmediato del uso de la fuerza” por parte de Rusia que se aprobó en el Consejo de Seguridad de la ONU. Alemania no precisa involucrarse en la defensa de Ucrania cuando desde afuera del conflicto puede beneficiarse económicamente, de ahí que apenas Rusia invadió Ucrania sólo ofreció al gobierno de Zelenski “ayuda médica”… Y así podríamos continuar con Francia, cuyo presidente Macron viajó a Moscú y Kiev con la intención de evitar la invasión rusa de Ucrania. Etcétera.

Para mantener un delicado equilibrio de fuerzas con Rusia, la OTAN no duda en sacrificar a Ucrania.

«El peor producto del fascismo es el antifascismo» (Amadeo Bordiga)

Desatado el conflicto, lxs funcionarixs del Capital agitan el fantasma del “fascismo”. Lo hace tanto el gobierno bonapartista de Putin como el “democrático” de Zelenski: ambos mandatarios dijeron que uno y otro son “nazis”, literalmente. Claro que Putin lleva las de perder al apelar al imaginario totalitario. Si bien arrastra algo de prestigio (la URSS “liberó” a Europa de las garras del Tercer Reich comandado por Hitler), su régimen semi-totalitario no deja de apalear y encarcelar a lxs manifestantes que en distintas ciudades de Rusia se oponen a la invasión de Ucrania. Zelenski, en cambio, reencarna mejor el papel de “antifascista”: una y otra vez llama a la “resistencia”, a que lxs civiles defiendan la patria, etc. Sí, el imaginario partisano de la “resistencia italiana” al fascismo está de vuelta…

Fuera de Ucrania y Rusia, una presunta disputa entre la “democracia” y el “totalitarismo” se está difundiendo como reguero de pólvora. Así, el ya mencionado Frans Timmermans, funcionario de la Unión Europea, dijo que Putin “está haciendo todo lo posible para minar nuestra democracia y nuestra forma de vida” (Euronews, 25/2/2022). De esta manera se pretende que la disputa interestatal permanezca en el terreno de clase burgués. De ahí la conciliación de clases: “frente antifascista contra el régimen fascista de Putin”, “que el nazi Putin no nos pisotee, defendamos la democracia” dicen aquí y allá lxs defensorxs del capitalismo. En las manifestaciones populares anti-guerra ya se ven pancartas con leyendas del estilo “Putin = Hitler” y fotomontajes donde el presidente de Rusia aparece con el bigote que lucía el jerarca nazi.

Sin embargo la disyuntiva no es “fascismo o democracia” sino capitalismo o comunismo. Al Estado ruso y a los Estados “democráticos” de casi todo el mundo no les tembló el pulso a la hora de limitar las libertades civiles en 2020 y 2021 durante la llamada “pandemia de coronavirus”. La democrática y antifascista República española de los años 1936-1939 no sólo organizó el secuestro y desaparición de “antifascistas” (Andreu Nin, etc.) sino también centros clandestinos de detención de personas “antifascistas”…

Hay que rodear de solidaridad a la población ucraniana. Pero hay que hacerlo desde el terreno de clase de lxs desposeídxs, de quienes no tenemos nada que perder salvo nuestras cadenas, del proletariado. No debemos repetir ninguna “unión sagrada” con la burguesía. Debemos combatir la conciliación de clases que flamea en la bandera democrática del Capital.

Rossoinero
27/2/2022




Notas:

[i] Como este es un artículo sobre coyuntura y no un estudio definitivo, no podemos explayarnos hacia atrás para entender cabalmente la naturaleza sociológica de este conflicto militar; sólo diremos que la guerra civil ucraniana de 2014 que produjo el nacimiento de las repúblicas “pro-rusas” de Lugansk y Donetsk, que la anexión por parte de Rusia de la “República de Crimea” también en 2014, que la desintegración de la URSS en 1991 de donde emergió la República de Ucrania, y que la existencia del Pacto de Varsovia y del Tratado del Atlántico Norte en la inmediata post segunda guerra mundial no deben perderse de vista a la hora de analizar contextualmente el origen, desarrollo y posible futuro del actual conflicto ruso-ucraniano. Y en el presente, apenas mencionaremos el rol de China y de otros actores internacionales de peso.

[ii] Por supuesto, los comunistas no queremos joderle la vida al conjunto de la humanidad, de ahí que no alentamos las sanciones económicas o de cualquier tipo contra Rusia, ya que ello significará penurias y maltrato para el conjunto de lxs habitantes de Rusia…

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