Venezuela: ¿qué hacer ante el chavismo?

Roberto Parodi

Rosario, Argentina

“Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado. La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal.”. Karl Marx – 1852

 

El tremendo golpe de credulidad que recibieron las ideas socialistas con la caída de la URSS y el bloque de Estados “comunistas” se debió en gran medida a que los regímenes burocráticos fueron sostenidos por una enorme mayoría de autodenominados “militantes revolucionarios”. Incluso corrientes críticas del stalinismo plantearon que se estaba ante “estados obreros” (aunque burocratizados), por lo tanto, no dudaron en defenderlos.

Décadas después, asistimos a la probable caída del “Muro de Berlín” Latinoamericano.

Alejados de la perspectiva de clase, organizando el pensamiento desde un nacionalismo chato, la mayoría de la izquierda mundial saludó desde el principio el llamado “socialismo del siglo XXI”. La retórica rimbombante contra los EEUU, la fuerte propaganda que acompañó el asistencialismo estatal, y un intenso desarrollo de los clásicos tours políticos para la izquierda militante alentó que se siguiera viendo al chavismo como un baluarte socialista, o, por lo menos, anti-neoliberal.

Al desconocer (enero de 2016) el régimen chavista la Asamblea Nacional (AN) burguesa opositora, quitándole la mayoría absoluta mediante un fraude electoral evidente, o al eliminar a los tres diputados indígenas y luego declarar a la AN en desacato a través del Tribunal Supremo de Justicia nombrado entre gallos y medianoche en diciembre de 2015, reforzando la clásica mezcla de fraude, persecución e inhabilitación de figuras opositoras en cada proceso eleccionario, el régimen de Maduro vulneró las garantías mínimas de cualquier régimen democrático burgués y se transformó en un gobierno de facto: en una dictadura burocrático-militar burguesa.

I

El tiempo (más de 20 años) mostró que de “socialismo” no había nada en el chavismo. Lejos de transformar las relaciones sociales en sentido socialista, el chavismo desarrolló un capitalismo con preeminencia del Estado donde la burocracia (la civil y, fundamentalmente la militar) aprovechó su posición para acumular poder y dinero en forma privada a partir de la función en el Estado (nuevos burgueses conocidos como la “boliburguesía”).

El chavismo utilizó la renta petrolera para cualquier cosa menos para la reinversión productiva, la diversificación industrial y el desarrollo de la producción alimenticia. Nadie desdice esto. Por el contrario, con el control de cambio de monedas extranjeras en curso (2003), se calcula que se fugaron más de 400.000 millones de dólares. En algunos sitios estiman que esta cifra asciende a medio billón (https://bit.ly/2X9Kc0t).

Los resultados del desastre no pueden ser achacados a la “guerra económica” del imperialismo, ni a las conspiraciones de las potencias para bajar el precio del petróleo. El petróleo, principal recurso económico, bajó de precio abruptamente desde 2015, pero también empezó a bajar notablemente la producción. Las importaciones, que involucran desde maquinaria, insumos, hasta alimentos y medicamentos, bajaron desde 66.000 millones de dólares en 2015 a 12.000 millones en 2017. La incidencia de los alimentos importados en el total de lo que consume la población, fue aumentando hasta llegar al 70%. La caída de las importaciones, indefectiblemente, impacta sobre la alimentación de la población.

La restricción de las importaciones no pudo ser suplida con la producción local, que se desplomó. El PBI cayó un 50% entre 2014 Y 2018. En 1999 había 11.198 empresas industriales, que pasaron a ser 3.800 en 2017.

La inflación pulverizó la moneda y con ella el salario (6 dólares, en promedio), al superar el 1.000.000% en 2018. De esta manera, los registros sobre nivel de pobreza no podían dar buenos resultados: en 1999, se calculaba que el 43% de la población estaba bajo la línea de pobreza, y en 2007 bajó a 27%. En 2014 ya había subido considerablemente (48%) y en 2017 alcanzaba el 87%. (Salvo donde se indicó, las cifras son de Infobae 29/01/19 “El drama venezolano en 14 datos” https://bit.ly/2Wsv5yK).

Dificultades para conseguir un empleo con salarios de hambre, carencias de alimentos, de medicamentos, de servicios básicos para la vida, etc., han llevado a que emigre del país más del 10% de la población.

Podemos abrumarnos de datos, pero queda claro que el chavismo no buscó transformar las relaciones sociales de producción en un sentido socialista, y tampoco significó un avance en el sentido del desarrollo capitalista. No solo no garantizó condiciones para la acumulación ampliada del capitalismo, sino que destruyó gran parte de su capacidad de generar riqueza material.

II

Desde que Venezuela se independizó de España, dejó de ser colonia. Desde esa época ha sido y es un país dependiente pero que no tiene tareas nacionales sin resolver que impliquen romper con la sujeción a potencias imperialistas. En Venezuela la contradicción fundamental es entre capital y trabajo. Como sucede en casi todo el planeta, hay empresas transnacionales e intereses extranjeros participando de la explotación de los trabajadores. La burguesía venezolana (boliburguesía incluida) y el sector estatal negocia la explotación de la fuerza de trabajo con capitales extranjeros como lo hace cualquier Estado capitalista.

El control de PDVSA fue fundamental para el chavismo. En la derrota de la huelga de 2002/3 el gobierno toma el control completo de la empresa, descabeza a la alta gerencia y despide a 20.000 trabajadores. La izquierda chavista “compró” la idea de que la huelga era una movida de la “aristocracia obrera” impulsada por el imperialismo, por eso aplaudió el duro golpe asestado a los trabajadores.

Otro caso emblemático fue Sidor, cuya estatización saludó casi toda la izquierda mundial. La misma que luego no registró que la empresa fue desmantelada, debilitando a las industrias básicas de la región de Guayana en el Estado de Bolívar. La industria de la región fue destruida y junto con ella la lucha y la organización de la clase obrera y su resistencia. El régimen chavista reprimió hasta con el sicariato toda resistencia obrera en Sidor.

El ataque a los trabajadores abarcó a todas sus organizaciones sindicales, sociales y políticas de masas que pretendían mantenerse independientes del gobierno. Se han suprimido convenios colectivos de trabajo, se han encarcelado dirigentes sindicales, se ha quitado el reconocimiento de los sindicatos para cualquier negociación, como en el caso de los estatales, etc.

Toda forma de organización autónoma de los trabajadores fue combatida.

III

El chavismo, desde el poder del Estado, con las Fuerzas Armadas como columna vertebral de su organización, reunió la suma del poder público burgués: de a poco fue copando el poder legislativo y el judicial.

La persecución política, policial y judicial fue creciendo a medida que la economía entraba en el desastre actual. Para eso el régimen estructuró una red de adeptos que maneja el asistencialismo, que en los momentos de ingentes ingresos de dinero sirvió para movilizar en forma activa a favor del gobierno. En las crisis, toda la red clientelar sirve para manejar prebendas, contener el estallido social y favorecer a los incondicionales con el manejo de entrega de alimentos que en el caso venezolano es mediante los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP). Todo el éxtasis de la izquierda chavista o filo-chavista con las “comunas” y el poder popular derivó en fiasco: las comunas no resultaron ser el poder popular sobre el Estado, sino expresión del poder del Estado en las clases populares.

Actualmente el régimen se está sosteniendo, en gran medida con el uso de la fuerza sobre la población civil: los “colectivos”, bandas armadas, financiadas por el gobierno y respaldadas por todo el aparato del Estado. Éstos se cuentan por cientos (algunos han cobrado importancia) y reciben planes asistenciales, manejan la distribución de alimentos, cuentan con armamento de guerra y suelen participar del narcotráfico y otras especialidades del crimen organizado.

Estos grupos de tareas para-estatales están instalados en los barrios populares más importantes y ejercen una represión permanente contra la influencia y la organización de cualquier oposición. Se movilizan para enfrentar manifestaciones y actúan en forma conjunta con las fuerzas represivas estatales.

Los “colectivos” más importantes cuentan con entrenamiento militar y usan armas largas como carabinas y fusiles. Hasta el presente no han enfrentado a ninguna potencia extranjera. Pero sí han hecho de las suyas amedrentando, delinquiendo y asesinando en los barrios populares. Su bautismo de fuego en masa no fue contra los Marines, sino en 2014, contra manifestantes sin poder de fuego, donde asesinaron a 40 personas.

Los colectivos también “suelen” moverse en bandadas de motos. De a dos en cada moto, y por lo general uno conduce y el acompañante es el que dispara. Cuando el gobierno reprime manifestaciones opositoras aparecen en los lugares más críticos. Asimismo cometen actos de amedrentamiento y agresión a personas u edificios con el objetivo de sembrar el terror entre la oposición.

En abril 2017 el gobierno elaboró el “Plan Zamora”, un dispositivo de inteligencia y represión de las movilizaciones que incluyó a los grupos de tareas de los “colectivos”. 28 de las 158 víctimas de esas jornadas se atribuyen a los colectivos (https://bit.ly/2S9N9KL).

A mediados de 2017 el gobierno creó las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES), como sección de élite de la policía  para “combatir el crimen y el terrorismo”, pero se han visto más proclives a actuar contra manifestaciones y objetivos seleccionados entre los opositores.

«La consecuencia es que cuando se meten hay masacres», dijo Keymer Ávila, de PROVEA (La Nación, 31/01/2019). Y la sentencia no es ociosa: en 2018 las FAES fueron responsables de 205 ejecuciones. (https://bit.ly/2SGfmhe).

Podríamos seguir con la Guardia Nacional, perteneciente a las FFAA e insignia de la corrupción, el contrabando y las coimas. Su tarea sería custodiar las fronteras, pero no escatiman esfuerzos para reprimir cuando la policía, su fuerza especial o los “colectivos” no alcanzan a apagar la protesta.

Los hechos abundan, solo hay que querer verlos. El régimen se organizó en forma burocrática, dirigido por un líder carismático desde el ejecutivo (¿qué tendrá que ver esto con el socialismo?), controlando a la población desde los ministerios, respaldándose en las fuerzas armadas, manipulando a gusto el poder judicial, con vigilancia policial y parapolicial sobre la población y persiguiendo a opositores.

IV

La izquierda “nacional  y popular”, el stalinismo y la “nueva izquierda” (que con toda su perorata sobre el horizontalismo, termina detrás de un régimen dictatorial), mantienen una tradición anclada en el nacionalismo, en las alianzas anti-imperialistas y en el apoyo a dictaduras y masacres, con el argumento de la pelea contra el imperialismo. Así procede el pensamiento de quienes pretenden explicar todo lo que sucede en Venezuela en la lógica de nación explotada-imperio explotador. En tanto se niegan a ver cómo el gobierno, y el sector burgués que representa, hace caer sobre los trabajadores todo el peso de la crisis.

No es cuestión de negar los intereses de las potencias capitalistas y su capacidad de intervenir en las crisis de otros países, sino que estos intereses intervienen en todos los países capitalistas, participando de la explotación de la fuerza de trabajo. Las diferentes burguesías locales, dependiendo de su situación, disputarán (incluso con tensiones o el uso de la fuerza) en mejores o peores condiciones la participación de los capitales extranjeros en la extracción de plusvalía de la clase obrera autóctona.

Lo fundamental para las potencias capitalistas no tiene que ver con invadir territorio venezolano y someter a la población a la semi-esclavitud, sino con mejorar su posición para participar en la valorización del capital. Lo mismo ocurre tanto para EEUU o la Unión Europea, como con otras potencias, como Rusia y China, que tienen capitales actuando junto a la burguesía local y su Estado, incluso con empresas “mixtas”, coordinando la explotación de fuerza de trabajo en territorio venezolano.

Para la izquierda nac&pop, el stalinismo, etc., los que se manifiestan por la falta de alimentos, de medicamentos, servicios esenciales, libertades democráticas, etc., son -como mínimo- agentes del imperialismo. Incluso fuera de Venezuela el veneno nacionalista la emprende contra los migrantes, a quienes acusan de ser poco o nada “patriotas”.

Los “patriotudos” ven el dinero de Washington detrás de toda manifestación de descontento con la dictadura amiga.

V

La izquierda trotskista argentina del FIT, lejos de reconocer el derecho de los pueblos a rebelarse contra una dictadura que los hambrea y los reprime, han entendido que las movilizaciones de enero (con más de 30 muertos) responden a un intento de golpe promovido por el imperialismo. En una declaración (https://bit.ly/2BwjbLx) los tres partidos que comandan el FIT se han puesto de acuerdo en el argumento nacionalista: «buscan ocultar este intervencionismo invocando la defensa de la «democracia» y los «derechos humanos».”

Toda mención sobre los derechos democráticos de la población (a reunirse, a organizarse, a manifestarse, etc.) y a los derechos humanos (a excepción de dos líneas sobre la libertad de los trabajadores presos “por luchar”) se reducen a eso: una “excusa” para la intervención imperialista.

La declaración del FIT alerta sobre la necesidad patriotera de proteger el “patrimonio nacional” y no se priva proponer un “programa a la distancia” donde explica que “Venezuela debe ser gobernada por los trabajadores”.

Lo que no dice el programa, es cuales son las condiciones para aplicar ese programa o cómo llegar al poder para llevarlo adelante, puesto que como dijo Manuel Sutherland:

Quizás la víctima más sufrida del proceso bolivariano ha sido la denominada «izquierda crítica». Chávez en 2007 prometió convertir en «polvo cósmico» a las bases de apoyo del proceso que no se adhirieran al Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), que recién se estaba creando. En este caso, esa promesa se cumplió a cabalidad. La «izquierda crítica» que en masa apoyó al chavismo en los primeros años, y que poco a poco se ha ido distanciando del proceso, ha desaparecido casi por completo. Tras años de fallido entrismo en las filas de la mediana burocracia y del partido con el objetivo de izquierdizar «desde adentro» un proceso fundamentalmente dirigido por militares, ha optado por emigrar, pasarse a las filas de la derecha decimonónica o simplemente mimetizarse en el gobierno con el repetido argumento de «no hacerle el juego a la derecha.» (https://bit.ly/2BCgiIT)

El proceso de disgregación de la clase obrera, la desmoralización ante la inutilidad de la lucha económica contra un proceso inflacionario que ni vale la pena medir, la necesidad de escapar al hambre y la necesidad día a día, y el inconmensurable daño que se le ha hecho a las ideas revolucionarias (imaginemos los “reparos” que va a tener la mayoría de la clase obrera ante alguna nueva propuesta “socialista”), plantean que la lucha por la construcción de una alternativa independiente de la clase obrera debe remontar un largo camino de desprestigio.

La lucha para obtener condiciones mínimas (derechos humanos, políticos y sindicales) para construir esa alternativa independiente de la clase obrera, debería ser el primer paso.

VI

Uno de los problemas fundamentales para la tan deseada alternativa independiente de los trabajadores, es la experiencia del siglo XX: la mayoría de la izquierda que se reclamaba anticapitalista, socialista, comunista, defendió hasta el final regímenes burocráticos, represivos y totalmente antidemocráticos.

El camino recorrido por el stalinismo y otros en el siglo XX, vuelve a ser recorrido en el siglo XXI, bajo el signo de la barbarie nacionalista. Nuevamente el “socialismo” vuelve a estar identificado con un régimen burocrático y represivo.

Contrariamente a todo esto, sostenemos que la emancipación de los trabajadores no se puede lograr con regímenes de burócratas y militares como pensaron los chavistas y sus adherentes en todo el mundo..

Tampoco es indiferente que los explotados cuenten con derechos políticos, sociales y sindicales. Por eso nos solidarizamos con sus luchas, sin temer que las luchas por estas libertades -esenciales para reconstruir las fuerzas revolucionarias- desencadenen no sé cuántas calamidades hipotéticas, que deberán ser muy “calamitosas“ para que agreguen algún padecimiento nuevo a los trabajadores venezolanos.

Esta lucha por libertades no significa adherir a un posible gobierno de la actual oposición ni a otras alternativas burguesas (por más nacionalistas que se muestren), sino reclamar  libertades formales para tratar de ganar espacios democráticos que posibiliten comenzar la tarea de generar una alternativa de los trabajadores independiente del Estado y de las opciones burguesas que lo dirigen.

 

 

2 comentarios sobre “Sobre la situación en Venezuela III

  1. Hay un hecho que puede resultar clarificador respecto a las «izquierdas». Desde la 2ª Guerra Mundial, ninguna corriente que no haya denunciado a la URSS, China, y derivados como «capitalismos de estado» se ha mantenido internacionalista. Dicho de otro modo: los que defendieron que aquello era «socialismo» o «estados obreros degenerados» o fórmulas similares, acabaron siendo parte del reclutamiento de trabajadores para seguir a «sus» burguesías nacionales a matar en masa a otros trabajadores a su vez también encuadrados bajo una bandera nacional. En el momento en que llamaron a participar en la guerra imperialista (la segunda gran guerra y de ahí en adelante, todas y cualquiera) esas corrientes murieron desde el punto de vista de clase, como había muerto antes el stalinismo (revolución china en 1925-27) y la socialdemocracia (1914). Pueden ser «la izquierda» del capital, pero no pueden ser una expresión política de nuestra clase… incluso aunque luego algunos en alguna hayan «llegado» al concepto de «capitalismo de estado».
    Delimitar ese campo de corrientes internacionalistas es seguramente importante para poder construir un polo organizado y un mensaje claro que sirva al desarrollo de la consciencia de los trabajadores en Venezuela y en todo el mundo. En su día «Emancipación» hizo ese esfuerzo que culminó en un llamado a los grupos internacionalistas en todo el mundo. Tal vez sea hora de recuperar aquel impulso.

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